Celia y Luis (V): educar a los hijos en Dios, con Dios y para Dios

Existen matrimonios en los que sus características son similares, hasta en su temperamento, su carácter, sus inclinaciones, sus cualidades y sus talentos, sus lagunas y sus defectos. Hay otros, en cambio, que parecen unir el agua con el fuego, la noche y el día. Un contraste que no es forzosamente oposición o rivalidad, pero que puede desembocar en una feliz complementariedad. Aunque poseían cualidades comunes, Luis y Celia pertenecían más bien a esta segunda categoría. Sus personalidades no eran muy iguales.
Luis es un hombre silencioso, discreto, reposado, ordenado, reflexivo. Celia, en cambio, es una mujer activa, espontánea, viva, dotada de una energía desbordante, casi impulsiva, siempre en la brecha.
Luis es un hombre con una inteligencia más bien lenta, pero dotado de una gran sensibilidad, afectividad o «inteligencia de corazón». Él es emprendedor, sabe organizar y dirigir. Lo prueba con su actividad profesional y la eficaz ayuda que aporta a la empresa de su esposa.
Celia es una mujer generosa, inteligente, viva de espíritu y llena de humor. Tanto si habla de sucesos políticos como espirituales, siempre toca de pies al suelo y a prueba de tener un gran sentido común. Su correspondencia revela una gran sensibilidad, manifiesta una capacidad de escuchar grande y un inmenso potencial afectivo que se expresa de forma desinteresada.
Siempre disponible, Celia está dispuesta a dar y darse sin reservas. A pesar de su deficiente salud, Celia muestra un coraje más allá de toda prueba. Como su marido, pues Luis no tiene nada de la imagen de un hombre inconstante y débil al que se le quiere reducir muchas veces; ponderado, ciertamente, Luis tenía coraje y era valiente e intrépido en ciertas circunstancias. Dispuesto a alistarse en la guerra, no dudó en tirarse al agua para salvar al hijo de Mathey de morir ahogado en Estrasburgo, a socorrer cuando se declara un incendio o a apagar un fuego en la sacristía cuando estaba en la Adoración nocturna o, incluso, a desafiar la animosidad de la muchedumbre hostil en el regreso de su peregrinación a Lourdes.
Es destacable en Celia, la capacidad que tiene de animar cualquier situación con sus escritos o sus ocurrencias. También Luis tenía un carácter muy alegre, como se puede ver cuando se implica tan a gusto en los juegos de sus hijas y las anima en los Buissonnets, como relata Teresita en su Manuscrito A. Explica sor Genoveva, Celina, que su padre «tenía dones de imitación y simulación, por ejemplo, la forma de hablar y gesticular de la gente de la región de Auverge. Nos hacía música imitando, tanto de marchas militares que él remarcaba repicando el tambor sobre la mesa con los dedos o imitando el clarinete o bien con voces, todo con una medida perfecta, una cadencia que daba gusto escucharle.» También añade que con la habilidad de sus manos de relojero, confeccionaba pequeños juguetes para la distracción y alegría de sus hijas.
Luis sabía atemperar la ansiedad de Celia, víctima de una tendencia recurrente a la inquietud.
Tanto el uno como el otro, Luis y Celia amaban la vida. Ellos se alegran plenamente en la voluntad de ser fieles al deber del estado familiar o profesional. La apertura a los otros por amor al prójimo preside la orientación fundamental de su vida. Los dos manifiestan, cada uno a su manera, una generosidad inextinguible, inclinados a hacer el bien, a compartir, a dar, a socorrer.
Fundamentados en una misma fe y un mismo amor de Dios, su afecto y su ternura mutuas son profundamente vividas. El uno es para el otro. Belleza del amor conyugal que enriquece al matrimonio, les hace crecer hasta lo más alto deslastrándoles de todo lo que fuera volver a sí. Nosotros tenemos algunos ejemplos en las raras cartas conservadas que ellos intercambiaron.
«Yo te abrazo de todo corazón, esperando la dicha de volvernos a reunir. Espero que María y Paulina sean juiciosas.».
Y firma: «Tu marido y amigo que te ama para toda la vida»
Más comunicativa es Celia, a quien le encanta escribir y expresar sus sentimientos más ampliamente. En viaje familiar a Lisieux durante el verano de 1873, ella manifiesta su vivo deseo de reencontrar a su «querido Luis»:
«Yo te sigo en espíritu todo el día; Yo me digo: «Él hace tal cosa en este momento». Cuánto tarda el poder estar cerca de ti, mi querido Luis; yo te amo con todo mi corazón y yo siento aun redoblar mi afecto por la privación que experimento de tu presencia; me sería imposible vivir alejada de ti, (…) yo miraré de escribirte mañana, si es posible, pero yo no sé a qué hora volveremos de Trouville. Tengo prisa, pues me esperan para ir a hacer visitas. Nosotros volvemos el miércoles por la tarde a las siete y media. ¡Qué largo se me hace esto! Yo te abrazo tanto como te amo…»
Luis y Celia son esposos felices, enamorados de Dios. Ellos aman, por encima de todo y de todo corazón, a su Señor. Ellos se aman también entre sí con un solo corazón y su entrega la realizan en sus hijas.