Las arrugas de la fidelidad conyugal

«Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar a una familia y sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. (…) ¡Qué daño que hace eso! Prefiero una familia con rostro cansado por la entrega a una familia con rostro maquillado que no ha sabido de ternura y compasión.
»Prefiero un hombre y una mujer con el rostro arrugado por las luchas de todos los días que, después de más de cincuenta años, se siguen queriendo y el hijo aprendió la lección, y ya lleva veinticinco de casado. Esas son las familias. (…) Son las arrugas de la fidelidad conyugal. (…) La vida matrimonial tiene que renovarse todos los días. Como dije antes prefiero familias arrugadas con heridas, con cicatrices, pero que siguen andando, porque esas heridas, esas cicatrices, esas arrugas son fruto de la fidelidad, de un amor que no siempre fue fácil. El amor no es fácil, no, pero es lo más lindo que un hombre y una mujer se pueden dar entre sí, el verdadero amor, para toda la vida». (Ibidem)