Celia y Luis (II): los peligros de las grandes ciudades

Tras el período de dos años en los que procuró aprender el latín para su ingreso en los canónicos del Hospital de Mont-Youx, Luis vuelve a reanudar su oficio de relojero y para perfeccionarlo se va a París. Luis llega a la capital a finales del año 1847, en un momento de mucha actividad política. Vivirá en casa de su abuela paterna, Mme. Boureau.
Desde el verano de aquel año, Lamartine habla abiertamente de la «Revolución de la conciencia pública» y otros notables políticos reivindican «el gobierno del país por el país». Francia vive un nuevo período de fiebre política y social.
A pesar de que la mayoría parlamentaria había dado, el 12 de febrero de 1848, la aprobación a la política del jefe de Gobierno, Guizot, el 23 del mismo mes hay un alzamiento popular que le hace dimitir y ceder su plaza al conde Molé. Pero el descontento continúa y toma un cariz violento debiendo el ejército proteger al jefe de Gobierno. La tensión aumenta y el rey Luis Felipe es obligado a abdicar a favor de su nieto, el conde de París. No se conforman con ello y es derrocada la monarquía, formándose una Asamblea constituyente el 23 de abril, y declarándose la república el 4 de mayo. Pero el movimiento obrero no cede y es duramente reprimido por el ejército y la Guardia Nacional; son los días de la «semana sangrienta» de París, del 22 al 26 de junio, en el curso de la cual fueron asesinados el arzobispo de París, Mgr. Affre y 80 sacerdotes.
Reprimido el movimiento obrero, y aprobada la nueva constitución de la II República, en el mes de diciembre de 1848, es elegido Presidente de Francia, Luis Napoleón Bonaparte. Además, la ciudad de París es siempre, para un joven que llega a ella, un aparador que ofrece todo tipo de ocasiones para arrastrarle y si no es fuerte espiritualmente, pueden llegar a destruir todas sus ilusiones.
En esta situación llegaba a París, este joven de 24 años, de buena presencia, muy activo y con ganas de ser útil a los demás, fiel cristiano, y sin ninguna experiencia en actitudes políticas.
No tenemos ningún documento o carta que nos permita saber cómo vivió Luis estos trágicos acontecimientos que modificaron de forma tan profunda la situación política de Francia. Los únicos documentos que se conservan se refieren de forma indirecta a la actuación de Luis en este período. Dice su hija Celina, sor Genoveva: «Sobre esta estancia en París nosotros sólo podemos saber por las cartas que nuestra madre escribió a mi tío Guérin en las que hace alusión a las dificultades y tentaciones que el Siervo de Dios encontró en la capital». Celina, hace referencia a una carta de su madre dirigida a su hermano Isidoro, cuando éste estaba estudiando en París. Celia recuerda el pasado de su esposo y su estancia en la capital recurriendo al mismo testimonio de Luis y establece un paralelo entre las dos experiencias, pero ella está mucho menos segura de las virtudes de Isidoro que de las de su esposo y le escribe esta carta el 1 de enero de 1863:
«Yo tengo, mi querido amigo, una gran inquietud por ti. Mi marido me hace diariamente tristes profecías. Él conoce París y me dice que serás arrastrado a tentaciones que no podrás soportar, porque no tienes suficiente piedad. Él me explica lo que él mismo ha experimentado y el coraje que ha necesitado para salir victorioso de todos estos combates. Si supieras las pruebas que ha pasado… Yo te conjuro, mi querido Isidoro, que hagas como él; reza, y así no serás arrastrado por el torrente. Si caes una vez estás perdido. La única que cuesta es la primera vez, en este camino del mal, como en el camino del bien; después ya estarás dentro de la corriente. Si accedieras a darme lo que voy a pedirte, estaría más dichosa que si me enviaras todo París. Hela aquí: vives muy cerca de Nuestra Señora de las Victorias. Pues bien, entra en esa iglesia solamente una vez por día para rezar un avemaría a la Stma Virgen. Experimentarás que te irá protegiendo de una manera singularísima y que te encaminará rectamente por este mundo para destinarte después a una eternidad de dicha; lo que te aconsejo no es por mi parte propósito de una piedad exagerada y sin fundamento; tengo razón para confiar en la Virgen Santísima; he recibido de ella favores que yo solo conozco.
»Harto sabes que la vida es breve. Tú y yo, ambos llegaremos pronto a nuestro fin y nos alegraremos de buen grado el haber vivido de tal modo que no nos sea demasiado amarga nuestra última hora.
»Ahora si tienes el corazón pervertido te reirás de mí; pero, si no es tal, me confesarás que tengo razón.» (Celia y Luis Martin, Correspondencia familiar 1, )
Isidoro no era un joven extraviado, pero la estancia de los estudiantes en París siempre puede causar «despistes» en los estudios y tentaciones. Isidoro estudiaba medicina. Desde la muerte de su madre en 1859, Celia lo tomó a su cuidado y, apoyada en su marido, se preocupaba por todo lo que le ocurría, alegrándose con sus éxitos y lamentando sus fracasos, y siempre orientándole para seguir, como