Intifada de los cuchillos en Israel

Los últimos acontecimientos en Israel indican que los árabes palestinos habrían iniciado una nueva intifada, esta vez caracterizada por ataques perpetrados por jóvenes palestinos, aparentemente desvinculados de agrupaciones terroristas, que atacan indiscriminadamente a israelíes con piedras, puñales, objetos punzantes o embistiendo con sus vehículos, atropellando al máximo de transeúntes posible.
Esta nueva intifada, que ha sido bautizada como «de los cuchillos», se inicia a partir de una mentira, malintencionada y peligrosa, lanzada por algunos líderes palestinos. En vísperas del Año Nuevo judío grupos yihadistas se atrincheraron, armados, en la mezquita de Al-Aqsa, a la espera de que los judíos fuesen a rezar a la explanada donde se encuentran las mezquitas para atacarlos. Tras el desalojo de estos elementos surgió la intoxicación en forma de denuncia de que los israelíes querían atacar los santos lugares del islam en Jerusalén. El resultado de estas falsas acusaciones fue el previsible en un lugar tan sensible y conflictivo.
¿Quiénes han sido los promotores de estos ataques? El primero fue el jeque Muhamad Salah quien, cuchillo en mano, desde el atrio de la mezquita Al Abrar de la Franja de Gaza, pidió explícitamente que los jóvenes árabes apuñalasen a israelíes. A continuación Hamas se unió a la petición, afirmando que «El puñal es nuestra elección. El puñal simboliza la lucha en la Franja y en Jerusalén». Los supuestamente moderados de Fatah, el partido del presidente palestino Mahmud Abás, también se han sumado a la intifada, publicando folletos en los que se califica como «mártires» a los palestinos que han asesinado a israelíes.
Esta «intifada de los cuchillos» ha supuesto también un nuevo e importante salto en la escalada de violencia que enfrenta a judíos israelíes y árabes musulmanes. En la vigilia del proclamado «Viernes de la cólera», el pasado 17 de octubre, un centenar de palestinos provocaron un incendio en la Tumba de José, en la ciudad de Nablús, bajo control de la Autoridad Nacional Palestina. El lugar, en el que reposarían los restos del patriarca José, es un lugar sagrado tanto para judíos como para musulmanes y era considerado zona franca a la que los judíos podían acceder sin problemas para rezar. El ataque ha sido rápidamente condenado por judíos y árabes, pero lo cierto es que ha caído otro tabú en la guerra sin cuartel que aflige Tierra Santa.
El conflicto pone también de relieve nuevamente la auténtica piedra en la que tropiezan todas las aspiraciones de conseguir la paz: Jerusalén, la Ciudad Santa que los israelíes querrían «judaizar», según declaraciones del jeque Al-Qaradawi, guía espiritual de los Hermanos Musulmanes, que justifica así los ataques perpetrados estos días. Por primera vez también el Estado Islámico, el ISIS, se inmiscuye en Israel de la mano de su rama egipcia, Ansar Beit al Maqdis, que opera en la península del Sinaí y que ha lanzado una llamada a la yihad contra Israel fuertemente crítica con los liderazgos actuales palestinos.
Por el momento, la primera consecuencia de esta «intifada de los cuchillos» ha sido el inicio de la construcción de un muro de cemento, que las autoridades anuncian como «temporal» y que dividirá el barrio árabe de Jabel Mubaker del barrio judío de Amon Ha Naziv. Se trata de la primera vez desde 1967, cuando Jerusalén fue conquistada por las tropas israelíes durante la Guerra de los Seis Días, que la ciudad queda dividida por un muro. En aquel entonces marcaba la frontera entre Israel y Jordania y seguía los límites de la ciudad vieja. Su derribo fue una de las grandes victorias simbólicas israelíes, pues significaba que los judíos podían acceder libremente a rezar en el Muro de las Lamentaciones. La construcción de esta nueva barrera supone, por el contrario, un signo de debilidad, un retroceso en la pretensión de conseguir una Jerusalén «una y unida» y ya ha sido criticada por algunos israelíes.