Recuperando tradiciones populares

Las parroquias del Sagrado Corazón de Jesús en Chariton y de la Santísima Trinidad en Lacona, pertenecientes a la diócesis de Des Moines (Iowa, Estados Unidos), siguiendo la invitación del papa Francisco en la encíclica Evangelii gaudium de despertar la piedad popular como «el mejor punto de partida para sanar y liberar los países de tradición católica profundamente secularizados», han recuperado la antigua tradición rural de ayuno y oración en los llamados Ember Days (Días de Brasas), cuya obligación había sido suprimida en la reforma de la disciplina eclesiástica de la penitencia prescrita por Pablo VI en la constitución apostólica Paenitemini.

Tras «mucho diálogo y discernimiento», los diferentes diáconos dedicados al ministerio rural de la diócesis decidieron promover por las granjas la bendición de campos, semillas e instrumentos de labranza, invitando a los campesinos a encomendar su labor a Dios y a implorar buenas condiciones para su trabajo mediante la dedicación de algunas fechas especiales (los Días de Brasas) en las que grandes solemnidades coinciden con los cambios de estaciones climáticas (el Miércoles de Ceniza en primavera, Pentecostés en verano, la Exaltación de la Santa Cruz en otoño y Santa Lucía en invierno). En dichos días se invita a los agricultores a orar y ayunar, buscando especialmente el «dar gracias a Dios por los dones de la naturaleza, enseñar a los hombres a hacer uso de ellos con moderación y ayudar a los necesitados».

Kyle Lechtenberg, director de la Oficina diocesana para el Culto, caracterizó la tradición de los Días de Brasas como momentos de dar gracias a Dios al recordar nuestra dependencia de Él. «Crecí en una granja –explicaba– y sé que el agricultor depende totalmente del agua que Dios provee. En la agricultura hay un riesgo y una confianza. Nosotros somos afortunados porque las cosechas son abundantes años tras año pero esto no es así en todos los lugares. Y esa es una razón más para dar gracias a Dios».

Por su parte, el diácono Eric Bertrand, principal promotor de la iniciativa, exhortaba a «incorporar la vida espiritual a nuestra vida diaria, a nuestras ocupaciones y actividades rurales. (…) Los bienes que cada uno recibe vienen directamente de Dios y debemos pedir su bendición y abandonar nuestro trabajo en sus manos».