Beatificación de Pablo VI

El pasado domingo 19 de octubre, durante la misa de clausura del Sínodo Extraordinario de los Obispos sobre la Familia, el papa Francisco beatificó a su predecesor, Pablo VI en una plaza de San Pedro abarrotada de fieles, procedentes principalmente de Brescia, diócesis de origen del nuevo beato, y Milán, diócesis de la que se hizo cargo entre 1954 y 1963.
En la homilía de la ceremonia, concelebrada por el papa emérito Benedicto XVI, el papa Francisco recordó las palabras que anotara Pablo VI al día siguiente de la clausura del Concilio Vaticano II: «Quizás el Señor me ha llamado y me ha puesto en este servicio no tanto porque yo tenga algunas aptitudes, o para que gobierne y salve la Iglesia de sus dificultades actuales, sino para que sufra algo por la Iglesia, y quede claro que Él, y no otros, es quien la guía y la salva». En esta humildad –afirmó el Papa Francisco– resplandece la grandeza del beato Pablo VI que, en el momento en que estaba surgiendo una sociedad secularizada y hostil, supo conducir con sabiduría y con visión de futuro –y quizás en solitario– el timón de la barca de Pedro sin perder nunca la alegría y la fe en el Señor. Pablo VI –concluyó el Santo Padre– supo de verdad dar a Dios lo que es de Dios dedicando toda su vida a la «sagrada, solemne y grave tarea de continuar en el tiempo y extender en la tierra la misión de Cristo», amando a la Iglesia y guiando a la Iglesia para que sea «al mismo tiempo madre amorosa de todos los hombres y dispensadora de salvación».
La fecha de su memoria litúrgica será el 26 de septiembre, día de su nacimiento, ya que el día de su fallecimiento coincide con la festividad de la Transfiguración del Señor. En el próximo número de enero Cristiandad, uniéndose a la acción de gracias del papa Francisco  «por el humilde y profético testimonio de amor a Cristo y a su Iglesia de nuestro querido y amado papa Pablo VI», se hará eco de la figura y el magisterio del nuevo beato.